En el presente escrito se pretende discutir la obra de Paul Krugman titulada “Vendiendo Prosperidad: Sensatez e insensatez económica en una era de expectativas limitadas”, cuya primera edición en el idioma inglés fue en 1994. Pero, ¿Quién es Paul Krugman? Este autor ha escrito o editado más de 18 libros y varios cientos de artículos (la mayoría de estos son sobre el comercio internacional y las finanzas internacionales). Obtuvo su doctorado del MIT en 1977, y desde entonces ha impartido clases en Yale y Stanford, así como el MIT. Recientemente se paso de MIT a Princeton. En 1982-3 fue miembro del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca (Ronald Reagan). Experiencia que le sirvió para escribir la critica al gobierno de Reagan, el sequito de conservadores y los defensores de la economía de la oferta.
En 1991 recibió la Medalla John Bates Clark, otorgada por la American Economic Association, en el 2004 ganó el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, y en el 2008, el Premio Nobel de Economía. Vale la pena decir que la filosofía económica de Krugman se puede describir lo mejor posible como neo keynesiana y que políticamente es considerado un liberal. Esto es importante de considerar ya que el propio Krugman establece que esta sesgado el libro por su propia ideología liberal. Es por esto que el lector puede darse cuenta del ataque frontal que le hace a los argumentos de los conservadores en términos de la “filosofía” y puesta en práctica del modelo económico conservador.
La obra Vendiendo Prosperidad se divide en tres partes fundamentales: el auge de la economía conservadora; los conservadores en el poder; y, el péndulo oscila. Cada parte se divide a su vez en varios capítulos donde se van detallando los elementos de juicio utilizados por Krugman para criticar al modelo conservador y sus vertientes, así como dejar claro que Keynes sigue vivo porque sus ideas económicas han prevalecido sobre todo al momento en que comienza a fallar críticamente el modelo conservador. No obstante, se debe comenzar estableciendo los primeros lineamientos que hace el autor en la introducción del libro, que lleva por título: buscando magos.
En esta introducción Krugman establece una diferenciación entre los políticos y los economistas. Dice que los políticos buscan, necesitan y quieren oír recomendaciones de los economistas para alcanzar su objetivo electoral y que esa asesoría puede venir de dos clases de economistas. O sea, quien toma la decisión (el político) siempre buscará consultar a un economista, pero que el propio político ya estaría prejuiciado con las ideas que más le parecen. Por otra parte, Krugman también establece unas diferencias entre dos tipos de economistas: los profesores versus los vendedores de políticas económicas. Sobre los primeros se señala que estos se “encierran” en la academia y en sus trabajos complejos. Mientras que los vendedores de políticas económicas son aquellos que se “ventean” en el ojo público y plantean “recetas milagrosas” para solucionar problemas económicos. Esta distinción es importante porque a la medida en que Krugman va entrando en la discusión la emprende sobre los vendedores de políticas económicas. O sea, los mentados vendedores de prosperidad. Que incluye tanto a conservadores (principales criticados en su obra) como liberales (en especifico, los relacionados a la administración de Bill Clinton).
Ya en la primera parte del libro, “el auge de la economía conservadora”, comienza el autor planteando el ataque contra Keynes. Señala porque Keynes fue marginado por los conservadores y establece que además de ser por cuestiones personales, lo esencial es que Keynes proponía un modelo económico donde el Estado interviniera activamente en el quehacer de la economía. También se establece las posturas de Keynes entorno al ciclo económico y sobre las recesiones. Sobre la postura en torno al ciclo económico básicamente se refiere a que Keynes decía que la economía se comporta de forma cíclica, y por lo tanto, esto significa que habrá tiempos buenos en la economía, así como tiempos menos buenos. Mientras que la postura de Keynes sobre las recesiones trata de que el Estado, ante una situación de recesión, pueda intervenir emitiendo más moneda para ir estabilizando la dinámica de la propia economía. Esto se piensa desde la perspectiva de que los ciudadanos buscan obtener sus propios beneficios siempre, y esto incluye querer acumular riqueza. O sea, ahorrar el dinero que le corresponde, además de siempre estar buscando como “quitarle” a otros para incrementar sus “ahorros”, o más bien, sus riquezas. Por lo tanto, una retención de dinero por parte de ciudadanos significa que saca la moneda de circulación y por ende escasea en la calle y por ello se puede entrar en recesión. Para ello es que se propone que ante la escasez de moneda el Estado pueda emitir más moneda con el fin de colocar más dinero en la calle. A esto también se le puede conocer como expansión de la economía, ya que esta crece debido a tales acciones de intervención.
Otro punto que trae Krugman es sobre el economista Milton Friedman. Dice que este es un personaje que se hizo famoso por sus ataques contra Keynes en el ámbito de política monetaria. Friedman no cree en que el Estado debería intervenir en la política monetaria de forma activa (postura de Keynes), sino que ese tipo de actividad debe ser sustituido por unas sencillas reglas monetarias mecánicas. Esto es lo que se conoce como la doctrina del monetarismo. Otra “línea de ataque a Keynes” por parte de Friedman fue la estanflación. Sobre la estanflación, este es un concepto que fue trabajando otros economistas y que da paso a la famosa curva de Phillips donde se pretende establecer una relación entre dos fenómenos económicos que no se pensaban pudieran ocurrir al mismo tiempo, estos son: estancamiento (a razón de pérdidas de empleo) e inflación (a razón del aumento en la cantidad del dinero en la economía del país). Friedman lo que demostró fue que no era posible utilizar una expansión monetaria para alcanzar un objetivo arbitrario de pleno empleo sin provocar a la larga una inflación inaceptable. Sin embargo, para Krugman ambos argumentos de Friedman le parecen no muy convincentes pues, según él, carecen de muchos fundamentos teóricos.
Otra argumentación que hizo parecer que la economía keynesiana hubiera quedado totalmente en el olvido fue el de las expectativas racionales de Robert Lucas. El argumento era el siguiente: cuando el paro es alto, los salarios y los precios tienden a baja. Por lo que esta bajada de los salarios y de los precios eleva la oferta monetaria real, es decir, aumenta el poder adquisitivo de la cantidad de dinero en circulación. Y esta expansión de la oferta monetaria real provoca, a su vez, una expansión económica. Pero igual que los argumentos de Friedman, Lucas perece tener dos eslabones débiles en su argumentación. El primero es la proposición de que una recesión sólo dura el tiempo que las empresas (quienes ajustan los salarios y precios) están equivocadas respecto a la verdadera situación económica, en realidad, que sólo puede haber una recesión mientras la mayoría de la gente no se dé cuenta. El segundo es la idea de que las empresas fijan sus precios vigilando estrechamente la política monetaria o, lo que es peor aún, los indicadores macroeconómicos que pueden ayudar a predecir la política monetaria. Para Krugman ni las empresas ni la gente están pendientes de la política monetaria para tomar las decisiones diarias relacionadas en términos económicos, o sea, comprar, ahorrar, cambiar de empleo, subir o bajar precios, entre otras.
Por otra parte, Krugman dedica un capítulo entero a la concepción que tienen los conservadores sobre los impuestos, la regulación y el crecimiento económico. Haciendo un énfasis en la situación de los años 80’s. Este se resume en decir que para los conservadores los impuestos y la regulación son dos elementos que no incentivan el crecimiento económico, pues la gente no es incentivada para ahorrar u hacer inversiones a futuro. Por lo tanto, reducir los impuestos y las regulaciones son la receta de los conservadores para estimular la economía, y por ende su crecimiento. Sin embargo, al parecer la situación de los años 80’s donde la derecha conservadora tenia la vanguardia intelectual no se rindió con las expectativas esperadas, pues aunque hubo crecimiento económico no fue mayor al que hubo en los “años buenos” de los 40’s donde la visión keynesiana era la vanguardia intelectual.
No obstante, para esos años 80’s comienza a darse un auge sobre un enfoque llamado: la economía de la oferta. Siendo este un enfoque puramente no-economista, pues fue más bien formulado por periodistas de varios periódicos importantes sobre temas de economía. Siendo Robert Bartley (The Wall Street Journal) su principal precursor junto a Jude Wanniski (National Observer) y con el espacio en prensa otorgado por Irving Kristol (The Public Interest), así como de dos economistas, un tanto excéntricos y un tanto rechazados por la comunidad académica de economía: Arthur Laffer y Robert Mundell. Las ideas principales de esta economía de la oferta son: en primer lugar, las medidas de demanda, especialmente las monetarias, son absolutamente ineficaces; en segundo lugar, la reducción de los impuestos influye extraordinariamente en los incentivos, por lo que aumenta espectacularmente la actividad económica, quizá hasta el punto de que los ingresos fiscales aumenten en lugar de disminuir. Sin embargo, Krugman señala que este enfoque si realmente carece de fundamentos teóricos-económicos, y que los dos economistas fuentes del enfoque se han llegado a contradecir ellos mismos y que esto da claras señas de una falta de credibilidad. Hasta el punto en que Krugman dice que Laffer resolvió los problemas económicos haciendo un dibujo de una caja en una servilleta (en una de las reuniones de ese grupo “de pensamiento” en un restaurante de Nueva York) dejando de un lado los años de estudios sobre economía que se han desarrollado a través de la historia.
En la segunda parte del libro, Krugman lo dedica a presentar un análisis crítico al periodo que él denomina como: los conservadores en el poder. Este período es el que comprende el gobierno de Ronald Reagan hasta la llegada de George Bush al poder. Krugman comienza dedicando un capítulo sobre el crecimiento económico en este período, sin embargo, su énfasis es en cómo los conservadores “manipulan” las interpretaciones de las estadísticas en cuanto al concepto de crecimiento. Como se menciono anteriormente, al parecer el crecimiento económico en este período no cumplió con las grandes expectativas de los conservadores, e incluso Krugman señala que el crecimiento económico en ese momento pudo haber sido explicado por efectos del ciclo económico (presentado por Keynes). Otro aspecto es sobre la distribución de la renta, y las negaciones conservadoras sobre el crecimiento de la desigualdad a causa de las políticas económicas conservadoras. Primero, han puesto en duda las cifras sobre la desigualdad; segundo, desechan la cuestión distributiva diciendo que es irrelevante dado el supuesto triunfo del crecimiento; y tercero, sostienen que la distribución de la renta es irrelevante en una sociedad en la cual la movilidad social es alta. O sea, ¡que se jodan los menos afortunados! Pues, según los conservadores ellos pueden moverse a otros lugares a buscar fortuna sin considerar que por sus propias condiciones podrían no tener la capacidad de moverse a otros lugares.
Otro aspecto que señala Krugman y que da pie al fracaso de los conservadores, tanto en teoría como en la práctica, es la cuestión del déficit presupuestario. Pues hay diferentes causas pero la principal es que al eliminar impuestos el ingreso monetario del Estado disminuye y el gasto se mantiene igual o aumenta, pero siempre teniendo insuficientes fondos para poder cumplir con los programas públicos (sobre todo los de ayuda social). Igual se dice que también existen déficits ocultos, ya que estos no se reflejan a corto plazo sino que a lo largo del tiempo es que surgen los problemas deficitarios. Para terminar la segunda parte del libro, Krugman dedica un capítulo para discutir sobre los conservadores en otros países como el caso del thatcherismo en el Reino Unido y los efectos sobre la cuestión de la moneda europea. Señala las influencias así como el propio fracaso del pensamiento conservador en Europa. E incluso señala que existen algunas lecciones de Europa para Estados Unidos, sobre todo de los efectos adversos que tuvo el enfoque conservador.
La tercera y última parte del libro se dedica al cambio de paradigma conservador a uno liberal, así como el resurgir de Keynes ante el fracaso conservador. Por lo tanto, el péndulo oscila y al parecer a largo plazo Keynes aún sigue vivo debido a los problemas de la macroeconomía conservadora. Y que la teoría y la política económica en 1993 (Bill Clinton) va más por el aspecto de la importancia del Estado en tener un papel activo en la economía. Pero antes de entrar en la visión económica de Clinton y sus amigos, Krugman introduce lo que es la economía del QWERTY (economía de la dependencia de la senda), señala que Paul David vio algo obvio el comportamiento de algunos sectores de la economía en forma de clusters, o sea, algunas industrias del mismo tipo se aglomeran en algún lugar particular llevando así a la creación de un nicho donde el comportamiento económico es un tanto singular, la gente que reside en el lugar es cualificada para trabajar en cualquiera de las fabricas ya que se dedican a lo mismo, entre otras cosas. Pero con ello se lleva a plantearse una revisión de las ideas sobre el comercio internacional, pues este comportamiento que se da a lo interno de Estados Unidos también se da a nivel global, y por ello habría que plantearse una política comercial estratégica. Esto trata sobre un enfoque donde el Estado participe en general políticas para apoyar a las empresas de su país en poder alcanzar mayores logros de los que pudieran tener ellas mismas por su propio esfuerzo.
Esto lleva a otro tipo de vendedores de prosperidad (vendedores de políticas económicas), pero esta vez del lado de los liberales. Siendo un político y vendedor de prosperidad el propio Bill Clinton, que junto a ciertos amigos que estudiaron con él (Lester Thurow y Robert Reich) son los defensores del comercio estratégico. Estos planteaban la necesidad de un nuevo paradigma económico, porque Estados Unidos forma parte de una verdadera economía global, y para mantener su nivel de vida se tiene que aprender a competir en un mercado mundial cada vez más difícil. Es por ello que entonces plantean que la productividad y la calidad de los productos se han vuelto esenciales. Por lo que es necesario poner a la economía estadounidense a trabajar en los sectores de alto valor que generan puestos de trabajo para el futuro. Y que la única manera de ser competitivos en la economía global es forjando una nueva colaboración entre el Estado y las empresas. No obstante, Krugman también les hace una fuerte crítica (aunque al parecer son de su bando ideológico liberal) ya que señala que esta gente se esta enfocando totalmente en la competitividad a nivel global y que han perdido de perspectiva que los problemas económicos radican a lo interno de la económica estadounidense y que no tienen nada que ver con la productividad y la calidad, sino con las propias políticas hacia la economía interna del país.
En el epilogo Krugman se plantea la pregunta: ¿Qué debería hacer Estados Unidos? Sin embargo, entiendo que la critica a los conservadores, así como a los liberales (todos vendedores de prosperidad) fueron más que las propuestas que plantea Krugman sobre lo que debe hacer Estados Unidos. Este responde esa importante pregunta en dos párrafos que se resumen básicamente en: que se suban los impuestos y que se recorten los programas públicos verdaderamente despilfarradores; realizar reformas al sistema sanitario (sin proponer ninguna en especifico); y, establecer impuestos sobre la contaminación y la congestión. Y sobre la pobreza, señala que se gaste más en programas que ayuden a los niños pobres desde los programas de nutrición y medicina; aumentar la ayuda que se les concede a las familias pobres que tienen hijos para sacarlos de la pobreza.
Estas ideas, aunque muy escuetas parecen buenas. Sin embargo, al plantear sus ideas sobre la pobreza difiero con el autor, pues mi experiencia trabajando con personas de escasos recursos me ha enseñando que hay diferentes tipos de personas pobres, aquellos que realmente quieren salir de la pobreza (lastimosamente parece ser la minoría) y aquellos que se conforman con las ayudas gubernamentales y lo que buscan es mantenerse en un tipo de estatus quo dentro de la misma pobreza. Creo que Krugman debe plantear sus ideas de lo que debe hacer Estados Unidos para ver si pueden servir de modelo para resolver algunos de los serios problemas económicos del país, teniendo incluso presente aquellos “países” que son territorios estadounidenses.
Para concluir, Krugman dedica algunas páginas para señalar la obsesión por la competitividad y el papel del economista. Sobre la obsesión por la competitividad señala básicamente que se tiene que tener mucho cuidado porque se está abandonando una realidad en cuanto a la economía interna del país. Y que por lo tanto no se debería tener tanta obsesión por la competitividad sino por arreglar los problemas a lo interno. Finalmente señala que el papel del economista debe ser uno proactivo, y que si se tienen ideas buenas se luchen por ellas aunque se vean amenazados por los vendedores de políticas económicas simples (y muchas veces estúpidas). Al igual que Krugman creo que los economistas serios deben de dejarse sentir y no encerrarse en los libros o los salones de clases como ha estado pasando con los que somos administradores públicos. Hay que reclamar siempre el espacio intelectual y plantear soluciones serias a problemas serios, y que se cuestione siempre cuando una solución viene de las manos de un vendedor de prosperidad (¡pues esas manos, al parecer, casi siempre no están limpias!).